Olga Lizana: A la caza del gánster

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La gente me suplica por este pasillo que no le mande de vuelta a sus países. Unas veces detienes a un criminal británico y otras a alguien que ha robado una gallina, porque en lugares como Polonia o Rumanía es delito. Pero yo no soy una ONG, ejecuto mi trabajo. Mi madre, que es argentina y un cachito de pan, me dice que cada vez parezco menos sensible. Hay familias que se quedan sin el cabeza económico porque lo deportamos y no pueden pagar la hipoteca. Niños que derivas a un centro de menores, sin apenas hablar español, porque has capturado a sus padres. No todo el mundo vale. Si te van a afectar las historias personales que hay detrás de cada expediente, este no es tu lugar».

La Inspectora Olga Lizana Cortopassi (1971, Toledo), jefa del Grupo de Localización de Fugitivos en la Comisaría General de Policía Judicial, termina de hilar estas duras palabras mientras se hace la coleta que exige el uniforme de las mujeres policía y anuda un reglamentario lazo azul que dice detestar. Saca un pequeño kit de maquillaje de un bolsito del que asoma un paquete de Marlboro. «Soy más que fumadora compulsiva», confiesa. En menos de un minuto está lista. Como si no se pudiera permitir un ápice de coquetería.

Estamos en la central de la Policía, en el madrileño barrio de Canillas. En una sala de grandes ventanales, desvencijados estores de plástico y paredes llenas de fotografías de prófugos y condecoraciones. Desde octubre de 2012, esta mujer, a la que se le dulcifica el rostro cuando conversa, es la cazagánsters de Europa, como la ha apodado la prensa británica. El año pasado, este cuerpo capturó un total de 270 fugitivos de todas las nacionalidades, entre los que abundan los defraudadores alemanes, franceses y rusos. Una cifra importante la nutren los británicos, 40 en 2013. Dirige un grupo de 11 personas en Madrid, coordina la acción de las comisarías provinciales y es el enlace con la Policía extranjera. No tiene despacho propio. Coge el teléfono directamente en un perfecto (y tajante) inglés. No tiene ademanes de criminóloga cinematográfica, a pesar de que su silla convive con una caja de cartón en la que hay un machete de 61,5 centímetros de hoja que requisó en una de sus capturas más mediáticas y laureadas, la de Andrew Moran, de 32 años, un peligroso ladrón británico asentado en la Costa Blanca que ya se le había escapado una vez («casi se lleva a uno de mis agentes cuando condujo en dirección contraria 20 kilómetros»).

A la inspectora le entran varias llamadas. Sale fuera para fumar. Cuenta que este año necesita volver al gimnasio y seguir una rutina, que apenas duerme y que muchos días lo hace en el sillón con el pelo envuelto en una toalla porque acaba de salir de la ducha. Que hace poco se ha ido a descansar unos días a Toledo con su madre. Que su padre, un empresario toledano, falleció hace 20 años.

Lizana está acostumbrada a mirar a la vida de frente. Tiene en su objetivo a cuatro prófugos. Ella repite su fórmula. «Si le gusta el sol, irá a la playa; si prefiere la nieve, irá a esquiar; si le va el juego, irá a un casino. Y, sobre todo, vigilar a sus seres queridos. Siempre hay un punto débil». Esta noche volverá a ver un capítulo de Mentes criminales. Tiene el móvil constantemente encendido. Le entra otra llamada de un medio británico para entrevistarla. «Me siento afortunada de que mi trabajo sea mi pasión». No necesito preguntarle si alguna vez ha tenido miedo.

Vivir en un constante capítulo de la serie Mentes criminales (a la que está enganchada por su insomnio) no le deja tiempo para su vida privada. «Entre 2012 y 2013 he estado 40 semanas fuera de casa. A diferencia de otras investigaciones policiales, las de este cuerpo son muy dinámicas, de un día para otro. Sin festivos, sin aniversarios, sin fines de semana. Tengo una maleta permanentemente hecha y un teléfono que no deja de sonar. No hay pareja ni hijos que aguanten esto. Es el precio», sentencia con una extraña resignación.

La acaba de entrevistar la BBC. Y es que los ingleses la adoran. Nadie mejor que ella sabe encontrar prófugos de su justicia entre los más de 800.000 británicos que viven en nuestras costas soleadas. La han condecorado tres veces. Los franceses le dieron en 2013 la Medalla de Honor de la Policía.

YO DONA: ¿Siente más reconocida su labor fuera de España?

OLGA LIZANA: No, estas medallas simplemente denotan la buena relación que hay con la Policía europea. Y los británicos son los que tienen el mayor número de fugados en nuestro país. También hay bastantes alemanes, pero generalmente suelen ser defraudadores. Cuando el Reino Unido te cursa una orden de detención es por un delito grave.

No me ha contestado…

O.L.: Vengo de San Sebastián, allí estuve ocho años: cinco en información, que es terrorismo, y tres como jefe de escoltas con 50 personas a mi cargo. De esa época tengo dos medallas blancas. En España los plazos para las condecoraciones son distintos.

Es difícil arrancarle una crítica. El pasado enero The Times la entrevistaba y se asombraba de lo que había detrás de unos excelentes resultados: unas precarias condiciones laborales y un salario (2.500 euros mensuales) que los ingleses calificaban de exiguo. Ella se defiende: «Tenemos menos medios, pero somos más versátiles. Hace año y medio capturamos a unos mexicanos a la puerta del Palace. Era un tema de Estados Unidos. Ellos me dijeron que hubieran necesitado 60 policías. Los españoles somos más imaginativos. Los resultados nos avalan. Pero es verdad que cuando monté uno de los primeros dispositivos para un fugitivo británico, el policía inglés me preguntó dónde estaba el resto del equipo».

Pero ¿lo capturaron?

O.L.: Sí (risas).

¿Se siente bien pagada?

O.L.: En relación con un inspector británico, no. Pero me parece una falta de respeto quejarme tal y como están las cosas.

En su grupo hay una alta proporción de mujeres respecto a otros cuerpos de la Policía, ¿por qué?

O.L.: Cuatro de 11 efectivos. Resultan imprescindibles para cacheos a otras mujeres. Además, si tienes a dos personas en un coche haciendo una vigilancia, es más fácil que pasen desapercibidos si son un hombre y una mujer. Somos más versátiles a la hora de cambiar de aspecto, te pones varios tipos de gafas, puedes recogerte el pelo… Das mucho más juego.

¿Qué hay que hacer para trabajar con usted?

O.L.: Tener ganas. Muchas. Ellos hacen turnos para los desplazamientos, yo voy a todos porque viajamos muchísimo con Policía extranjera.

¿El inglés es la gran asignatura pendiente de la Policía?

O.L.: Es la de todos los españoles. Pero por muy bueno que sea tu acento, tus rasgos te delatan cuando entras en una urbanización de la Costa Blanca donde nadie habla español. Fuimos a pedir información a un colegio británico para localizar a la hija de un fugitivo y el director se amparó en la protección de datos. Llegó el agente británico que pedí y todo fueron facilidades. Eso sí, la Policía extranjera no puede estar en el momento de la detención, porque aquí no es posible que vaya legalmente armadas.

¿Qué es para usted la Justicia?

O.L.: El equilibrio entre el punto de vista judicial y el policial. Y a veces nosotros vamos más rápido que los tribunales.

A la inspectora le entran varias llamadas. Sale fuera para fumar. Cuenta que este año necesita volver al gimnasio y seguir una rutina, que apenas duerme y que muchos días lo hace en el sillón con el pelo envuelto en una toalla porque acaba de salir de la ducha. Que hace poco se ha ido a descansar unos días a Toledo con su madre. Que su padre, un empresario toledano, falleció hace 20 años.

Lizana está acostumbrada a mirar a la vida de frente. Tiene en su objetivo a cuatro prófugos. Ella repite su fórmula. «Si le gusta el sol, irá a la playa; si prefiere la nieve, irá a esquiar; si le va el juego, irá a un casino. Y, sobre todo, vigilar a sus seres queridos. Siempre hay un punto débil». Esta noche volverá a ver un capítulo de Mentes criminales. Tiene el móvil constantemente encendido. Le entra otra llamada de un medio británico para entrevistarla. «Me siento afortunada de que mi trabajo sea mi pasión». No necesito preguntarle si alguna vez ha tenido miedo.

 

Fuente: http://www.elmundo.es/yodona/2014/02/21/5307b4f0268e3e4b2a8b4578.html

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