No es país para héroes

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Francisco Javier Ortega murió el pasado viernes arrollado por un tren tras un forcejeo con Yode Ali Raba, un ciudadano marfileño. Hagamos ficción y pensemos que lo ocurrido el pasado vienes en el andén de Embajadores hubiese acabado de manera distinta. Que Javier se hubiese logrado zafar de ese agarrón y que el marfileño hubiese acabado muerto tras un forcejeo con los policías. ¿Imaginan sobre qué estaríamos discutiendo ahora?

Comentarios en las redes sociales tras la muerte del policía / EP
Francisco Javier Ortega, de 28 años, policía desde 2009, salió de su casa el pasado viernes pensando que sería un día más de trabajo. Tras una temporada en el servicio de escoltas de los magistrados del Tribunal Supremo, Javier estaba destinado en la Brigada Móvil. Javier era un policía más, uno de esos agentes dedicados a velar por la seguridad de los demás sin que reparemos en ello. Sus servicios y su trabajo diario raras veces salían en televisión o en la prensa. Algún reportaje de carteristas bosnias en el metro o de piqueros que desvalijan turistas en las líneas más concurridas de autobuses recuerdan a los ciudadanos que la Brigada Móvil existe. Sus agentes patrullan a diario andenes y convoyes de metro y tren y autobuses.El pasado viernes, 2 de enero, Javier pensó que habría algo más de trabajo del habitual, como siempre en Navidad. Las aglomeraciones, el dinero en metálico que fluye por los bolsillos… Caladero ideal para carteristas y otros delincuentes con los que Javier y sus colegas lidian casi a diario en un combate que acaba siempre de la misma forma: con el chorizo en libertad a las pocas horas, porque, salvo excepciones, los clientes de la Brigada Móvil no suelen ser tipos violentos. Pero el viernes no iba a ser un día más: el destino quiso que Javier se encontrase con otro tipo de delincuente.

Yode Ali Raba, natural de Costa de Marfil, había llegado a España en patera en 2011. Su historia hasta ese momento era la misma que la de otros muchos inmigrantes, que llegan a España tras un penoso y costoso viaje para buscarse la vida en España. Tras su llegada, Yode Ali Raba decidió que su historia fuera otra: nueve antecedentes policiales por diversos delitos, como robo con violencia y amenazas figuran en sus registros. Hace algo más de dos meses, intentó arrojar a las vías del tren a un policía y se resistió a su arresto con golpes, patadas y mordiscos, al ser identificado por unos agentes después de que se saltase los tornos de entrada de la estación de cercanías de Embajadores. Sobre él pesaba una orden de expulsión dictada el mes de marzo que, como tantas otras, no se cumplió.

El pasado viernes, Yode Ali Raba y Javier se encontraron en ese mismo andén. El africano insultó a los policías y les espetó que iban a por él y sus colegas por “ser negro”. Los agentes intentaron identificarle y ese viernes fue el último día de la vida de Javier. Su homicida aún sigue en estado muy grave, ingresado en un hospital de Madrid y custodiado por compañeros del policía al que mató.

Yodi Ali Raba / EP
Yodi Ali Raba / EP

Javier, como Paco en Málaga oVanesa en Vigo –dos agentes asesinados el pasado año en acto de servicio–, murió por cumplir con su trabajo. Murió porque se encontró, igual que Paco y Vanesa, con un mal nacido que poco tenía que perder cuando se cruzó con él. El Estado pone en manos de los policías la legitimidad y las herramientas para hacer cumplir la ley: Paco quiso identificar a un delincuente en Málaga que le apuñaló; Vanesa acudió a la llamada de un atraco en un banco y el asaltante la recibió a tiros, y Javier intentó que un tipo que había insultado y amenazado a unos agentes de la autoridad se identificase. Son esos delincuentes los responsables de esas muertes. Que algún indeseable o ignorante –no sé muy bien cuál es la peor opción– atribuya la muerte del policía a “la presión hacia los inmigrantes” es, como mínimo, una falta de respeto a la memoria de quien se dejó la vida salvaguardando la seguridad de los demás, incluso la de quien dice memeces como esa. Calificar el homicidio como “accidente de trabajo” o “gajes del oficio” –créanme, hay quien lo ha dicho– es sencillamente miserable.

Hagamos ficción y pensemos que lo ocurrido el pasado vienes en el andén de Embajadores hubiese acabado de manera distinta. Que Javier se hubiese logrado zafar de ese agarrón y que el marfileño hubiese acabado muerto tras un forcejeo con los policías. ¿Imaginan sobre qué estaríamos discutiendo ahora?

Por aquí he escrito alguna vez Estados Unidos sabe honrar como nadie a sus agentes caídos en actos de servicio. Placas en los parques, en las calles y en las comisarías recuerdan a esos policías, considerados héroes no solo por sus compañeros, sino por la ciudadanía. España –también en eso– es distinta, aunque hay quien se está empeñando en que las cosas cambien.

El pasado sábado, centenares de policías nacionales, guardias civiles y policías locales quisieron rendir homenaje a Javier en el funeral celebrado en el complejo policial de Canillas. No fue algo espontáneo. Muchos de ellos acudieron a la llamada de varios grupos formados en las redes sociales y en los servicios de mensajería instantánea por agentes de todos los cuerpos policiales, que se prestan apoyo y colaboración gracias a estas herramientas. Esos mismos grupos de agentes de todos los cuerpos han convocado para las 11 horas del próximo domingo en la Basílica del Cerro de los Ángeles, en Madrid, una misa “en honor a todos los compañeros caídos”. Porque hay quien quiere que España comience a ser un lugar mejor para sus héroes.

Fuente: http://www.zoomnews.es/472464/pringue/no-es-pais-heroes

2 COMENTARIOS

  1. Haber si se muere ya el hijoputa asesino. Avisadnos aquí, cuando porfin muera, para alegrarnos todos. Y yo no soy racista, pero viendo esto; no pondría concertinas en las vallas. Pondría minas, que mueran allí, y no vengan a matarnos a los españoles. ¡Viva ESpaña y su policía!

  2. Pues en ese caso el Compi seguiria vivo, que es de lo que se trata, podrían haberle imputado homicidio involuntario, pero como digo; estaría vivo!

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