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Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado sufren un drama ‘oculto’ entre sus filas: los casos de agentes que deciden terminar con su vida. En España, la tasa de suicidios en la Guardia Civil alcanza los 16 casos por cada 100.000, en la Policía Nacional llegan a 13, mientras que en el conjunto de la población es de 9.
Desde el Sindicato Unificado de Policía (SUP) reconocen que “es una realidad que hay que abordar”, en palabras de su portavoz nacional, Ramón Cosío. Este colectivo ha sufrido 141 suicidios desde el año 2000 -el último, en Zaragoza-, pese a que las Jefaturas cuentan con unidades médicas para atender a sus agentes. Por ello, Cosío reclama “protocolos que detecten precozmente estos problemas y poner los medios adecuados para evitarlos”.
Con estas reclamaciones han acudido al Defensor del Pueblo y al Parlamento Europeo, donde “nos han dado la razón, pero la Dirección General de Policía no ha hecho nada al respecto”, lamenta.
Donde sí se pusieron en marcha mecanismos de prevención fue en la Guardia Civil, institución que cuenta desde 2002 con un Plan de Prevención de Conductas Suicidas, impulsado por el sindicato AUGC. Su portavoz, Juan Fernández, señala que pese a haberse reducido la tasa en los últimos años, todavía sufren un caso cada 26 días, por lo que el protocolo “tiene que ser revisado”.
“Entre otros motivos, el problema persiste porque los psicólogos son mandos de la Guardia Civil, lo que genera desconfianza a los agentes”, señala Fernández. Por eso reclama “personal civil” para este tipo de asistencia médica.
En cualquier caso, el Plan ha conseguido paliar en parte el problema gracias a servicios como un teléfono de atención psicológica disponible las 24 horas del día, una red de gabinetes de psicología presenciales, un especial cuidado en los procesos de selección, y procesos de investigación de los casos registrados.
Armas y presión laboral
Tradicionalmente, las anomalías en las estadísticas de suicidios en los cuerpos de seguridad se han vinculado con el acceso de los agentes a las armas de fuego. Sin embargo, los sindicatos apuntan a otros factores de contexto. Desde el SUP, Ramón Cosío habla de un “día a día amargo, complicado, con turnos nocturnos… Con todo esto, si sufres una mala temporada, o una depresión, la posibilidad de usar el arma es mayor”.
En el caso de la Guardia Civil, a todo ello hay que sumar “un ambiente laboral militarizado, donde solo se reciben órdenes que no se pueden cuestionar, viviendo en muchas ocasiones en una casa cuartel rodeado de jefes y presos”, explica Fernández, de AUGC.
El psicólogo Daniel J. López Vega ha publicado el estudio ‘¿Todo por la patria? Cultura, clima laboral y conducta suicida en la Guardia Civil’, en el que analiza el fenómeno en el Instituto Armado tras más de un millar de entrevistas personales a agentes en activo. Entre las causas, el investigador ve una mayor influencia de cuestiones relacionadas con el entorno laboral que con la mera presencia de armas, mientras que como soluciones coincide con Fernández en una externalización de los servicios de atención y seguimiento psicológico.