Sin huellas. Los profesionales cuidaron mucho su actuación. Estuvieron varias horas en el chalé que Marcos Campos y Janaina Santos ocupaban junto a sus dos hijos en un pueblo de Guadalajara y, tras el crimen, se esmeraron en no dejar pista alguna que los implicara.
Según han explicado a EL MUNDO fuentes de la investigación, los asesinos de los cuatro miembros de la familia brasileñaencontrada muerta y descuartizada el pasado sábado accedieron sin problemas a la vivienda de Pioz, sin necesidad de forzar puertas o ventanas.
Se apuntaba la posibilidad de que alguno de los criminales fuera conocido de los fallecidos pero, ahora, los investigadores mantienen otra hipótesis. Creen que los asesinos -al menos dos- se apostaron fuera de la vivienda esperando a que regresara uno de los miembros de la familia, probablemente Marcos. Lo asaltaron y, con él como rehén, lograron entrar en la casa.
Esta hipótesis supondría que los asesinos vigilaron los movimientos y horarios del padre y marido algunos días antes. Porque en la urbanización donde estaba ubicado el chalé no había cámaras de seguridad.
Es decir, los asesinos hicieron un profundo estudio de riesgos antes de perpetrar su matanza. Comprobaron el terreno y vigilaron las costumbres de sus víctimas. Así, concluyeron que podían actuar en la zona con total tranquilidad y sin riesgo de que sus imágenes quedaran registradas.
Una vez dentro de la vivienda, según estas mismas fuentes, los agresores acabaron rápido con la vida de los menores -uno de tres años de edad y otro de uno-, y, añadiendo crueldad al ya de por sí múltiple crimen, probablemente en presencia de sus progenitores.
Acto seguido, siempre según las fuentes de la investigación consultadas por este periódico, asesinaron al matrimonio. Después trocearon los cuerpos de Marcos y Janaina y los distribuyeron en bolsas de plástico que cerraron con cinta americana.
La fuentes de la investigación con las que ha podido contactar EL MUNDO afirman que, a continuación, los asesinos «limpiaron totalmente» el escenario del crimen. Según estas fuentes, actuando como expertos, eliminaron cualquier rastro de sangre la vivienda en la zona donde habían perpetrado la matanza.
La limpieza fue completa, no sólo los restos de sangre que quedaron tras cortar el cuello a sus víctimas y trocearlas, sino que también repasaron todo el escenario en el que estuvieron y trataron de eliminar cualquier huella que permitiera su identificación.
De hecho, los agentes de Policía Científica que revisaron el chalé donde se produjo la matanza no han encontrado vestigios que permitan identificar con cara y nombre a los sicarios que perpetraron el macabro crimen.
Para explicar la naturaleza de ese trabajo de limpieza de la casa, alguno de los investigadores hace una comparación cinematográfica con el Señor Lobo, uno de los protagonistas de la película Pulp Fiction.
Inicialmente, los agentes de la Guardia Civil de Guadalajara se hicieron cargo de las pesquisas. Ahora, se han incorporado a las investigaciones los integrantes de laUnidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO).
Como primer paso, los guardias comprobaron los antecedentes de las víctimas. Nada. Ninguno de los miembros de la pareja contaba con requisitoria alguna, ni policial ni judicial, en España.
Los agentes aún están esperando obtener respuesta clara de sus peticiones a las autoridades brasileñas sobre los posibles antecedentes del matrimonio en aquel país. La tesis principal de los investigadores españoles sigue siendo un crimen por ajuste de cuentas.
Sin embargo, la familia de las víctimas se ha esforzado en las últimas horas en tratar de deslindar a los fallecidos con cualquier relación con bandas de narcotráfico.
Los guardias civiles encargados de resolver esta matanza siguen convencidos de que los asesinos quisieron dejar los restos troceados en el chalé para que fueran localizados, y que este hallazgo sirviera de mensaje para «otros», probablemente del entorno de las propias víctimas.
Los investigadores también están convencidos de que los profesionales que perpetraron el crimen están ya fuera de España, probablemente desde el mismo día en que, con cuidado, y limpiando luego la cerradura, dejaron el chalé de Guadalajara ya con sus víctimas metidas en bolsas de plástico.