Un negro presagio se le vino a la cabeza a Agustín S. M. cuando, un día de finales de 2018 que dijo no recordar [en una de las versiones que ha ofrecido esta semana], volvió a su casa de trabajar y se encontró a María Dolores Sandoval Ruiz muerta en un dormitorio. «Te la vas a cargar tú», pensó sobre sí mismo ante el fallecimiento de su novia, a la que asegura que vio por última vez con vida a últimos de octubre, cuando «ella venía de estar unos días de fiesta». Y fue pasársele eso de forma insistente por la mente a Agustín, sentarse este en un sofá a cavilar qué debía hacer y, para que no le echaran la «culpa» de la muerte, tomar una fría y macabra decisión: descuartizar el cuerpo de la mujer y guardar las partes en un arcón frigorífico.
Por si tan brutal conducta no hubiera sido suficiente, el hombre, detenido el miércoles en Cartagena por la Policía Nacional como presunto autor de la muerte y ocultación del cadáver de su pareja, tuvo allí almacenados los restos cuatro o cinco meses. Una madrugada de 2019, en la casa que había compartido con su pareja, se decidió a sacar aquellos en bolsas y, tras recorrer varias calles de Barrio Peral, arrojarlos en contenedores de basura.
Ahora, el sospechoso, nacido en Cartagena hace 56 años y quien convivía desde 2016 con la ciezana María Dolores, de 54 años y desaparecida oficialmente desde el 25 de diciembre, confesó anteayer a los agentes parte de las acusaciones que pesan sobre él. Según ha sabido ‘La Verdad’ por fuentes cercanas al caso, tras haber pasado la jornada en el registro de su domicilio (ayer hubo otro), situado en el número de 17 de la calle Virgen del Pilar, Agustín ofreció en la comisaría un espeluznante testimonio sobre su participación en unos hechos investigados como un caso de asesinato machista.
Admite que metió las partes en una nevera y que, a los cinco meses, las tiró en bolsas en dos zonas de Cartagena
La Policía apuraba ayer el tope de 72 horas de detención provisional, antes de poner hoy al acusado a disposición del Juzgado de Violencia Contra la Mujer, y mantenía activa la búsqueda del cadáver. «Volví a mi casa sobre las nueve de la noche y me encontré a Lola fallecida. Estaba boca arriba, con un pijama de verano, un pantalón corto y una camiseta sin mangas. Tenía vómitos. La toqué y estaba fría. Tenía los ojos abiertos y le levanté el brazo, pero se le cayó a plomo», contó a los funcionarios policiales el detenido. Y afirmó que, unos días antes de verla por última vez viva, escribió un whatsapp a la hermana de su novia, en el que le advirtió de que esta última había «vuelto a las andadas» y que la noche anterior «se fue otra vez».
En presencia de su abogado, Rubén Castrillo, Agustín (mecánico electricista en una empresa radicada en el polígono local Cabezo Beaza) explicó con detalle cuál fue su ‘modus operandi’. Tras cambiarse de ropa y ponerse un pantalón corto, aparentemente para estar más cómodo, cogió de la cocina un cuchillo de unos 50 centímetros de hoja y, de un cuarto situado en el patio de la casa, de planta baja, una sierra mecánica. Entonces, tendió en el suelo a María Dolores, en la misma estancia donde según él la encontró sin vida, y, con las manos cubiertas con unos guantes que tenía en la cocina, la desmembró. Luego, metió las partes en sacos de basura negros e introdujo, a su vez, estos en un arcón situado en el acceso a una antigua cochera.
Mentiras para despistar
El detenido, que el día anterior dio otras versiones (una de ellas totalmente exculpatoria), agregó que los restos humanos permanecieron en la nevera entre 4 y 5 meses. En una fecha que afirmó no recordar, pero en todo caso una madrugada hacia las dos, sacó algunas de las bolsas del frigorífico y las llevó en su coche hasta un contenedor situado en la cercana calle Basilio Cutillas, en el área de San Félix. Después, volvió a su casa e hizo lo mismo con las demás bolsas frente al centro de salud de Los Barreros, en concreto en la calle Ponferrada. En estos puntos se desprendió también del cuchillo y de la sierra.
Agustín expuso cómo fue dando largas a familiares de ella y a vecinos con falsedades. Así, cuando en los primeros días de noviembre de 2018 la hermana de la víctima le escribió un mensaje de WhasApp, extrañada por el hecho de que María Dolores no le cogía el teléfono, el presunto homicida le dijo que estaba «muy bien» y a la espera de un celular nuevo.
Pocas jornadas después, ante la insistencia de la hermana, le respondió que su novia había ido a casa de una vecina. En Barrio Peral, comentó que su pareja se había ido unos días a Mazarrón. Pero, llegada la Navidad, los parientes de María Dolores (que como Agustín tenía tres hijos de una relación anterior) denunciaron no saber su paradero. Pensaron en otra marcha voluntaria, pero en marzo, como no había usado aún su tarjeta sanitaria electrónica para lograr insulina, pese a ser diabética, se temieron lo peor.
En enero, Agustín había declarado a la Policía que el 26 de diciembre llegó a su vivienda, después de trabajar, y que ella ya no estaba allí, algo que era habitual. Pero ahora ha confesado que fue otra «mentira» sobre Lola, una persona «buena» y a la que, según su testimonio, siempre intentó «ayudar».
Fuente: https://www.laverdad.es/murcia/cogi-sierra-seccione-20191012004013-ntvo.html