En el Colegio Público Anselm Turmedahay miedo. La brutal paliza recibida el miércoles por una niña de ocho años ha hecho que la menor no quiera volver de momento a clase. Y no es la única. Contaban ayer algunas madres de este centro educativo que sus hijas tampoco quieren pisar de momento el patio del cole. No quieren cruzarse con alguno de los doce niños de entre doce y catorce años que hace unos días machacaron a una compañera porque les interrumpió su pachanga futbolera. Y lo hicieron con saña.
Una fisura de costilla, desprendimiento de riñón, un hematoma en la cabeza y múltiples contusiones fue el duro castigo recibido por haber recogido el balón para entregarlo al profesor cuando ya había acabado el tiempo de recreo. Unas «consecuencias físicas importantísimas», tal como ayer mismo admitía la portavoz adjunta del Govern, Fina Santiago, quien calificaba los hechos como«absolutamente inaceptables y sin excusa alguna».
Es lo poco que se ha querido transmitir desde el ejecutivo autonómico tras una paliza que ha hecho enmudecer a la Conselleria de Educación. Desde el área que controla el conseller Martí March se escudaban ayer en la «necesaria tarea de recopilación de datos por parte de los inspectores educativos» para evitar tener que llevar a cabo cualquier tipo de valoración.
Sin embargo, todo apunta a que los hechos habrían sido evitables. Al menos, en la medida en que finalmente acontecieron. Porque cuando uno de los chavales se puso encima de la niña para inmovilizarla y permitir así a sus amigos que propinaran golpes y patadas a la menor, no hubo aparentemente ningún adulto ejerciendo tareas de vigilancia que pudiera evitar lo que finalmente ocurrió. De hecho, tuvo que ser la madre de la agredida la que al llegar al colegio trasladara a su hija hasta el Hospital de Son Espases, donde permaneció ingresada hasta el jueves.
Todos los centros educativos de menores están obligados a dedicar parte de su personal a la vigilancia de los alumnos durante el tiempo que pasan en el recreo, en un número que varía según la cantidad de chavales de que se trate. Pero en ningún caso se les puede dejar abandonados a su suerte, como parece que ocurrió en el colegio público ubicado en la barriada de Son Roca.
La hermana de la víctima, Jessica Millan, lamentaba ayer la pasividad del centro educativo, aunque también aseguraba que desde la dirección del Anselm Turmeda le han transmitido su firme voluntad de esclarecer los hechos para tomar medidas disciplinarias contra la docena de niños que agredieron a la niña.
El Cuerpo Nacional de Policía ha abierto también una investigación que según su portavoz, Yanka Yurkevicz, debe permitir aclarar si se trata de un hecho aislado, o si bien nos encontramos ante un nuevo episodio de acoso escolar o bullying.
Los casos de acoso y ciberacoso, agresiones a docentes y conflictos graves se han multiplicado durante los últimos años en Baleares, hasta el punto de situar a las Islas entre las autonomías que más problemas presentan en este terreno. Y ello, a pesar de las dificultades que entraña en ocasiones desenmascarar estos casos, por el celo existente en los colegios, y la discreción con la que las familias prefieren tratar este tipo de asuntos.
Fuente: http://www.elmundo.es/baleares/2016/10/08/57f8bc60ca474146278b4573.html